domingo, 14 de julio de 2013

El valor de sus manos



Por Natalia Becerril Martínez
De la Sierra Madre Oriental que se funde con la tierra de los ángeles, se mira a lo lejos, esos rostros color del barro, endurecidos por el sol y curtidos por el trabajo, vienen con las manos llenas, de las entrañas de los cerros.
«Aquí no nos basta soñar, debemos crear»,


…es el lema de “Talavera Armando” fábrica ubicada en el ombligo de Puebla, lugar de héroes y artistas, de manos ásperas, cubiertas de la tierra que los vio nacer, sobre la que viven y la que les da para comer.
Calidad con denominación de origen
 Don Armando Pérez Domínguez es un hombre como cualquier otro, si pasa a tu costado no podrías imaginar que de ser un artesano se elevó a ser más que un simple comerciante, invisible frente a la multitud, pero su brillo, radica en su visión, el amor por su patria y su pasión por la artesanía, valores que se reflejan en cada pieza moldeada y pintada en su fábrica, fruto del trabajo de una decena de personas que en conjunto forman parte de uno de los pocos trabajos artesanales certificados por el Consejo Regulador de la Talavera, establecido en Enero del 2004.
La Zona de Talavera como así se le conoce, comprende 4 regiones del estado que son Cholula, Tecali, Atlixco y Amozoc, que son aquellos lugares exclusivos donde se puede hallar el barro utilizado para la producción de la Talavera, con los grados adecuados de Calcio, Hierro y Titanio que le dan la Denominación de origen, por eso es que en nuestro país la Talavera solo es y será siempre, poblana.
Para la realización de la Talavera se extraen dos tipos de barro, el blanco que le da la fuerza y el café que lo hace moldeable. En este punto es cuando inicia la magia que hace de este arte una ofrenda a los ángeles, esos que alzaron los muros de este pueblo.
Como inicio del proceso los dos barros se mezclan con agua y se funden entre ellos en proporciones iguales, así, se depositan en unas tinas hechas con ladrillos para dejar en reposo aproximadamente 6 semanas a temperatura ambiente, pasado este tiempo se saca la masa y como en fiesta patronal, los artesanos danzan sobre el barro con los pies desnudos, hasta darle la consistencia deseada y sin burbujas. Concluido el baile, el barro se almacena para así poder dar inicio a la creación artística.
“Somos más que artistas, somos artesanos”,
…dice Don Gabriel Rojas quién, en sus manos simula sostener un corazón que le permitirá dar vida a un trozo de barro que aplasta, como tratando de exprimirle el alma. Sus treinta y seis años de experiencia lo hacen ser el artesano más viejo de la fábrica y la persona que ha depositado más ilusiones en todas esas piezas que día a día cogen un rumbo fuera de la ciudad en manos de una persona que la mayoría de las veces no sabe que lleva, un pedazo de Puebla.

“Cada pieza la convierto en mi amante y le hago el amor, la moldeo a mi gusto, por eso la Talavera es el gran amor de mi vida”, con estas palabras el señor Javier Contreras nos describe el significado que tiene para él, ser otro de los molderos de la fábrica. Con su mirada fija en el objetivo, gira su torno para empezar a dar forma a su pieza, y tal cual, como posiblemente Dios creó a la mujer, delicadamente estira su cuerpo y lo llena de caricias, le forma cintura y sus caderas, hasta que obtiene por resultado una pieza única, moldeada en la tierra pero con la divinidad del cielo.
Posteriormente al otro lado de la habitación se ve al señor Luis Contreras sonriente, rodeado de ese olor a tierra mojada que, si cierras tus ojos te puede llevar a esa tarde de lluvia donde la brisa golpea tus mejillas e invade tu cuerpo de tranquilidad y armonía, sentado sobre una pila de ladrillos hace otra pero de mosaicos que decoraran algún muro, una fuente o llegarán a lo alto de alguna iglesia para llenar de color esta hermosa ciudad.
Terminadas las piezas deben pasar tres semanas para que sequen, tiempo que sin duda puede llegar a convertirse en una eternidad, al llegar al día 21 las piezas están listas para su primer cocción dentro de un horno que más parece un gran refrigerador y almacena cerca de 150 piezas en su interior, durante seis horas las piezas se someten a una temperatura de novecientos cincuenta grados.
El siguiente paso es el baño de esmalte que le da a las piezas esa base característica color crema hecha a partir de arena sílica, plomo y estaño, otro proceso sustancial para poderse considerar Talavera.
Los colores de mi tierra
Los tonos del día y de la noche son los que se plasman en un gran jarrón, representará la vida  y folclor de nuestro pueblo y se llevará en su interior una parte de vida, un sueño y un puño de ilusiones.
Seis colores son los que encontraremos en una pieza de Talavera, extraídos de los minerales que nutren la tierra para decorar este mundo artificial. El azul intenso del Crepúsculo o el de la delicadeza del cielo a medio día obtenido del óxido de Cobalto, el negro de los cabellos de la China Poblana del óxido de hierro, el amarillo del sol al amanecer del óxido de antimonio, el naranja de su caída al atardecer de la Ematita y el verde de los campos del óxido de cobre.
Para la firmeza, la dulzura del piloncillo que hace que deleitemos un buen café de olla o un buñuelo de la abuela, y en este caso forma parte sustancial pues gracias a este podemos plasmar los colores en nuestras piezas con la seguridad de que se mantendrán por la eternidad, un fijador, sellador o pegamento, el caso es que este ingrediente exquisito mantendrá viva la fotografía de cada pintura.
Posiblemente muchas veces se pensó que es lo que le da brillo a la Talavera, y la respuesta es muy sencilla pues siempre el color azul y el amarillo serán los colores con más relieve pues su pintura se mezcla con un poco de arena sílica y los demás colores tendrán menos pues se mezcla con polvo de vidrio obtenido de botellas y demás productos reciclables que, al momento de ser horneados se cristalizarán y darán el brillo que conocemos. Esta segunda vez las piezas se hornean a mil cien grados durante seis horas última etapa del proceso de elaboración.
“Como a los pintores, nos dan la libertad de crear”,
…en una habitación pequeña con vista a la calle, mirada agachada y concentrados en su creación, están cuatro personas ganándose la vida pintando imágenes bajadas de sus sueños, tratando de inmortalizarlos en cada pieza, transmitiendo a través de cada trazo la sensibilidad y la esencia de lo que es una pieza original de Talavera.

Mis manos, mi herramienta
José García Fabián de 32 años sonrisa contagiante y mirada alegre, veracruzano, pero un experto del plumeado, decorado sustancial preso en las calles y liberado a la vez en las mismas, sus ojos irradian una energía característica comparada con la inmensidad del universo, mantiene una comodidad al estar decorando las piezas, situación que solo deja ver una cosa, Fabián como es llamado en la fábrica, disfruta al máximo su trabajo, él como cabeza de familia es capaz de mantener a su esposa y un hijo de 10 años, con una paga puesta por pieza, es sencillo decir que se puede ganar lo que uno desee, pero en realidad el trabajo se debe hacer con el corazón para que salga bien, aproximadamente uno se tarda en pintar una taza como una hora, nos pagan cerca de 10 pesos por cada una y como todos, solo trabajamos ocho horas y llegamos a hacer solo 8 tazas.
Otra de las artistas que gana por pieza es la señora Beatriz Martínez la única en el lugar verdadera poblana, ella con sus cincuenta y cinco años de experiencia ha logrado perfeccionar su técnica, y pintar a mayor velocidad y además crear nuevos diseños en vajillas, su técnica, el plumeado, y como ella nos dice:
“mi vida plasmada en estas piezas, dispersa en el mundo, más allá del horizonte”.
La Talavera como tradición original de Puebla es un ícono de la cultura mexicana y es sin duda el seno del sentir poblano, pero ¿qué pasa cuando una persona dentro país se ha metido en nuestro arte y pero aún, es quién lo hace mejor en el taller? Este es el caso de Jairo Fangio Rasero, un colombiano de cincuenta y seis años que traza y pinta como si en eso se le fuera la vida. 
“¿Por qué llegué aquí? Porque yo quería salir cuanto antes de mi país, llegue a la ciudad de México pero vine a Puebla para estudiar Artes Visuales en la Antigua Academia de las Bellas Artes y desde entonces me he dedicado a la Talavera y lo valoro más que un millón de poblanos juntos”,
…esta es la historia de un refugiado que en busca de una vida mejor se ha internado en lo más hondo del arte de la Talavera y es increíble saber que existe quien no ha comido de esta Tierra pero le da más para vivir. Jairo es uno de los dos pintores que le dan a “Talavera Armando” un toque especial y sobresaliente, pinta murales sobre cualquier pieza que le pongan. La Creación, Frida, postales de la ciudad, cuerpos desnudos, la china poblana, todo es posible plasmarlo mientras se tenga la entrega y la dedicación.
Cada uno de sus trazos es minucioso y delicado, cada línea cada flor se vuelve única, al pintar un plato sabe perfectamente el punto donde debe iniciar, fija un centro y crea todo un mundo de formas. Es gracioso ver como se apoyan de utensilios creados por ellos mismos, por ejemplo una mesa giratoria con la que pueden realizar círculos perfectos y trazar exactamente distancias entre las piezas, y los pinceles, que maravilla, fabricados por ellos mismos, sus pinceles son sus amigos más entrañables y sus cómplices, creados a partir de cola de caballo y barbas de chivo, por su dureza y resistencia, son del único material que pueden estar hechos y llegan a durar hasta un año completo.
Del otro lado del salón vemos un joven veintisiete años de ilusiones que desembocan en sus manos que harán la creación de un arte exclusivo, fiel a sus raíces y fiel a su convicción, 5 años de experiencia le han bastado para hacer creaciones esplendorosas, mujeres con su cabellera rodeando los jarrones, caballos galopando de un plato a otro y charros bailando sobre una pila de platones. Esta es la vida que pinta José Luis estudiante, pintor y un completo soñador. Su mayor creación fue vendida en dieciséis mil pesos y su presente a de ser una repisa de un empresario Suizo que logró ver en esta pieza de tan solo 60 centímetros los ojos y manos de José Luis.
Original, cero imitaciones
Para los artesanos como para toda nuestra sociedad la desvalorización del trabajo ha caído sobre ellos como balde de agua fría, la producción en serie y las grandes industrias nos hicieron cada día más ajenos al trabajo manual.
Enfrentados a esta realidad los fabricantes de Talavera se han visto en la necesidad de bajar sus precios y por tanto ignorar la norma DO4, para así poder fabricar más y a menor precio. Desde el centro de Puebla hasta otras regiones del país vemos anaqueles repletos de piezas baratas, de un mismo diseño que se venden al mayoreo y que brindan a familias enteras la estabilidad económica que la Talavera original no le da.
Los colores han cambiado, ya no tienen el reflejo del horizonte que miro al levantar el rostro, son más brillantes, artificiales.